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Lunes, 06 Noviembre 2017 10:24

El control de las emociones durante el doctorado

Jesús Ogando
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Investigadores predoctorales del CNB en 2014 Investigadores predoctorales del CNB en 2014

Desde que comenzamos unos estudios de doctorado hasta que concluimos transcurren varios años muy intensos en los que los conocimientos, la experiencia y el manejo en el laboratorio crecen vertiginosamente. Se trata de una época en la que no solo ganamos en términos científicos, sino que maduramos como personas.

Hace unos meses se le dio difusión a un artículo en el que se identifica a los estudiantes de doctorado con ciertos problemas de salud mental [1]. No me sorprendió lo más mínimo, puesto que en él se analizan emociones que nos resultan habituales: trabajar bajo presión, estar sobre-preocupado, tristeza, depresión, incapacidad para resolver problemas, perder la confianza en uno mismo... Es hasta cierto punto normal si tenemos en cuenta que empezamos sin apenas experiencia. Al no ser un empleo rutinario, nos genera estrés y dudas técnicas. Somos muy jóvenes y experimentamos una desconexión rápida con nuestras vidas universitarias anteriores, entre otras muchas cosas. Una montaña rusa de sentimientos y emociones respecto a nuestro trabajo en el laboratorio nos lleva a querer revolucionar el mundo de la biotecnología un día, para desear abandonar la profesión al siguiente. Son sentimientos que podemos apreciar en algunos momentos y que en ocasiones se acentúan. No tienen un único factor desencadenante y la mayoría no se pueden evitar, pero el control de las emociones sí que nos podría ayudar a sobrellevar las situaciones a lo largo de nuestro doctorado.

Las primeras etapas de un doctorado son siempre muy motivadoras, todo es nuevo y estimulante: aprender a manejar las técnicas, nuevos experimentos, tus primeros resultados (da igual que sean negativos), conocer a tus nuevos compañeros... es una etapa en la que no solemos tener demasiados quebraderos de cabeza. En algún momento intermedio empezamos a entender cómo funciona el mundo científico-académico. Muchos de los problemas mentales que se describen en el mencionado artículo van en relación directa con el incremento de la competitividad hacia el que ha evolucionado el ámbito académico. Nos empezamos a preocupar por las publicaciones y podemos cometer el error de compararnos con los demás. Siempre tendemos a compararnos con los compañeros que sobresalen en nuestro entorno. Comparar sus publicaciones con las nuestras es algo que es del todo inútil. Influyen demasiadas cosas como para dar por válida la comparativa, por ejemplo un proyecto empezado, bien guiado desde el principio, el mayor impacto en la sociedad o incluso la suerte. No tiene sentido preocuparnos a los inicios de nuestra carrera porque, aunque estemos en un entorno muy competitivo, conseguir un post-doctorado es relativamente sencillo. Así que relajémonos e intentemos aprender y trabajar de manera adecuada, que es la misión principal. Si sabemos lo que nos apasiona, tener un objetivo definido a medio plazo nos puede aportar sosiego. Si no lo sabemos, no hay mejor motivo para estar tranquilo, todo el mundo encuentra su camino tarde o temprano.

Una de las cosas que, en mi opinión, ha cambiado en los últimos años es que ahora tenemos plena conciencia de que hacer un doctorado es un trabajo. Nos puede gustar más o menos, podemos estar más motivados o menos, podemos trabajar 8 o 14 horas, pero no debería afectar a nuestra salud mental ni dentro ni fuera del laboratorio. Siempre podríamos trabajar más y mejor creyendo que eso nos garantiza las publicaciones, pero lo cierto es que si no logramos un rendimiento aceptable junto a la conciliación trabajo-familia-ocio perderemos la motivación necesaria para los siguientes pasos en nuestra carrera científica.

Más tarde o más temprano nos damos cuenta de que no sabemos prácticamente nada de nuestro tema de trabajo y caemos en lo que llaman el síndrome del “impostor”. Parece que debemos saber prácticamente todo lo conocido y, sin embargo, tenemos la sensación de no conocer absolutamente nada. Calma, es totalmente normal, a medida que más conocemos más dudas nos entran. Es algo que sentiremos por oleadas.
Además, la inmediatez del mundo en el que vivimos choca con nuestro día a día en el laboratorio. La ciencia no suele ser rápida: las cosas no salen a la primera, ni a la segunda. La clave es la perseverancia, ser metódico, planificación y dejarte guiar y aconsejar.

La relación personal y profesional con los superiores directos tiene un fuerte impacto en nuestras emociones, aunque nos puede afectar en mayor o menor grado dependiendo de nuestro carácter. Nos puede parecer increíble, pero nuestro jefe es una persona completamente normal que no está en contra de nuestro futuro académico. Encerrarnos en nuestros propios pensamientos solamente puede jugar en nuestra contra y, aunque muy rara vez se produce, abandonar por este motivo no debería ser una opción. El diálogo es nuestro mejor aliado.

Otro momento cumbre es cuando se acerca la escritura y defensa de la tesis doctoral. Los agobios se van eliminando a medida que llega la fecha porque vemos cómo nuestros compañeros son capaces de llevarlo a cabo. En lo referente a las emociones puede haber momentos de estrés y ansiedad. Ahí soy partidario de darle a la mente una dosis de alivio, recordarme a mí mismo que puede ser cierto el dato de que sólo 1,6 personas de media se leen una tesis completa después de estar escrita [2], me quita presión y me tranquiliza. Aunque esto no signifique en ningún caso descuidar su escritura, porque está siendo una de mis etapas formativas más completas.

Tenemos la gran suerte de poder empezar nuestra carrera científica (o no científica) en un centro como el CNB, muy vivo, interdisciplinar y bien posicionado como uno de los mejores centros de investigación de España. Tras pasar estos cuatro años en el CNB como estudiante de doctorado, creo que puedo darme cuenta de que cada doctorando tiene diferentes formas de afrontar los mismos problemas. Sin ánimo de exagerar la realidad, los problemas asociados a estos perfiles (el agobiado, el quemado, el desilusionado, el impaciente, el irracional y el estresado) son descritos en algunos momentos en los círculos de estudiantes. Saber que existen y que no somos los únicos, nos puede ayudar a controlar algunas situaciones con una mejor predisposición. Tened presente que la mayoría de los ya doctores, mirando atrás, describen a esta etapa como una de las mejores de su vida a nivel personal. Disfrutémosla.

1. Levecque, K., Anseel, F., De Beuckelaer, A., Van der Heyden, J. & Gisle, L. Work organization and mental health problems in PhD students. Res. Policy 46, 868–879 (2017).
2. The past, present and future of the PhD thesis. Nature 535, 7–7 (2016).