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Jueves, 27 Junio 2019 14:02

El más rápido del oeste

José Gallardo Hernanz
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¿A quién no le gusta hablar de su trabajo? Bueno, quizá no le guste a todo el mundo. Pero he podido ver que en investigación, siendo un campo tan vocacional, hay una fuerte tendencia por parte de los investigadores a la divulgación y a la comunicación de los avances científicos de relevancia ya sean propios o ajenos. Sin embargo, la brecha que encuentra el científico divulgador entre él y su público es, en ocasiones, más ancha de lo que le gustaría.

Yo estoy haciendo una tesis doctoral en estudios estructurales del ensamblaje de adenovirus humano. Cuando le he dicho el título de seguido, así sin adaptar, a algún amigo o miembro de mi familia fuera del ámbito científico, sólo he visto terror y confusión en sus ojos. Esto, para una persona interesada en divulgar, es lo que los científicos llamamos un marrón. El problema se agrava cuando, además, mucha gente tiene dificultades en entender lo que es un virus, fuera del conocimiento meramente utilitario de hospital: "es algo que he cogido y me he puesto enfermo". Como no soy aficionado de comenzar la casa por el tejado, me gustaría dedicarles unas líneas a estos peculiares personajes.

Para empezar, las personas, cómo el resto de animales, plantas o bacterias, estamos hechos de células, que pudiendo ser muy diferentes entre ellas, tienen una serie de características comunes. Todas están hechas de lo mismo: azúcares para almacenar energía; lípidos para formar sus membranas; proteínas encargadas de la mayoría de las actividades celulares y ácidos nucleicos (ADN y ARN) para pasar la información genética a nuevas generaciones de células y coordinar las actividades que en ellas suceden. Los virus, tanto en escala como en complejidad, son más pequeños y simples que las células. Todos los virus están hechos de ácidos nucleicos y proteínas, pero sólo algunos contienen lípidos o incorporan azúcares en su estructura. Sin embargo, la principal diferencia entre una célula y un virus es la capacidad de desarrollarse de forma independiente en un medio. Un virus sólo será capaz de completar su ciclo vital en presencia de células, que si pueden desarrollarse solas en un medio favorable. Un virus necesita herramientas ajenas, es un parásito obligado.  Para aclarar esto voy a utilizar un ejemplo entendible para alguien como mi padre, una persona cuya formación en biología acabó en el instituto y, como muchos otros, apasionado por el cine western clásico.

foto duelo western

Típica imagen de "Western": Vaquero preparándose para un duelo en el lejano oeste. Imagen de www.freeeimages.com

 

Imaginemos la célula como un pequeño poblado del oeste: con sus caballos para transportar mercancías, banco para guardar el dinero, granjas para producir comida... Todos con funciones diferentes, pero coordinados hacen que el pueblo se mantenga, similar a las actividades que realiza una célula en su interior para mantenerse con vida. Incluso en organismos compuestos por muchas células, existe comunicación constante para mantener dicho organismo sano, y podemos interpretar éstas conexiones como carreteras y caminos entre poblados cercanos. Las células sobreviven en su medio, con relativa tranquilidad siempre que nada las moleste. Pero pueden llegar los virus. Estos pequeños parásitos se adaptan para reconocer proteínas expuestas en el exterior de la célula y así poder entrar en su interior. De esta manera, aprovechando caminos y carreteras, los bandidos entran al poblado. Y a continuación el virus comienza a secuestrar los recursos de la célula y utilizarlos en su propio beneficio, forzando la producción de nuevas generaciones de virus. Los esfuerzos antes dedicados al crecimiento y mantenimiento de nuestro poblado ahora se emplean en reclutar una nueva cuadrilla de cuatreros.  Cómo no, éste cambio del status quo no le resulta muy cómodo a la célula, que termina muriendo y liberando nuevos virus al medio. Los bandidos, una vez han terminado su sesión de saqueo y pillaje, abandonan el poblado dejando poco más que ruinas.

Esta relación entre células y virus no es nueva, sino que lleva ocurriendo desde que la vida es vida. No es algo exclusivo de los animales, el resto de reinos también tienen su propio catálogo de virus de los que preocuparse. Tampoco estamos indefensos, al igual que los virus se adaptan a su hospedador, con las generaciones, las células pueden desarrollar sus propios mecanismos para interferir en el ciclo viral, deteniendo la infección. Pequeñas modificaciones en proteínas de células y virus son las mediadoras de este baile pegado entre parásito y hospedador.

foto virus

Representación realizada por ordenador de un conjunto de virus. Imagen de www.freeimages.com

 

Desde la biología estructural, usando herramientas como la microscopía electrónica, podemos llegar a mirar en detalle la organización de proteínas, esperando saber más sobre cómo los virus, interaccionan con la célula. En el caso concreto de mi trabajo, estudio la composición proteica de las partículas de adenovirus en distintos puntos de la infección, esperando comprender cómo se comporta el virus en puntos finales de su ciclo vital. Pretendiendo echarle un ojo a las proteínas que este pequeño bandido se cuelga de la pistolera cuando se planta frente a la célula, esperando ser el “más rápido del oeste”.