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Martes, 07 Diciembre 2021 09:55

SIGUE LA VIDA: RECUERDOS DE UN CIENTÍFICO IX

Miguel Vicente
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Con los años lejos de ser el anciano respetable y bondadoso que yo me esperaba, me he convertido en un viejo resentido y antipático, pero no me importa porque ya puedo opinar lo que me apetece. Miguel Vicente.

Recuerdo 9: Groningen

Adiós mi España querida,
Dentro de mi alma
Te llevo metida,
Aunque soy un emigrante
Jamás en la vida,
Yo podré olvidarte.
Juanito Valderrama

 

Creía que después de dos periodos postdoctorales, en Salt Lake City y en Edimburgo, ya estaba yo curtido en la vida de exilio que eso conlleva. Y me suponía que habiendo estado en congresos en Holanda conocía ya lo suficiente de los Países Bajos como para que pasar un sabático de medio año en Groningen no me pillase por sorpresa.

Lo primero para mi al trabajar allí fue concienciarme de que los canales no sirven para regar, son para que el terreno no se inunde, para mantenerlo seco. Era el principio de una larga lista de equivocaciones que tenía.

Kerklaan, Groningen y Kerklaan, Haren

La Universidad de Groningen tiene dos campus. El de Paddepoel está en Groningen y allí trabajaba Bernard Whitholt, a quien conocía por una reunión sobre división bacteriana que un par de años antes había organizado cerca de Amsterdam Nanne Nanninga. Quería yo por aquel tiempo trabajar con plantas ya que había iniciado con Luis Cañas un proyecto sobre el olivo estudiando una bacteria, la Pseudomonas syringae pv savastanoi causante de la tuberculosis del olivo y un fago asociado a ella que nunca logramos domesticar. Si que habíamos puesto a punto técnicas para el cultivo in vitro de tan venerable árbol partiendo de embriones de la semilla y quería adquirir experiencia en transformación de plantas con vectores como los plásmidos de Agrobacterium desarrollados por Jeff Schell en Colonia y Marc Van Montagu en Gante. Bernard me había contado que participaba en un proyecto para obtener una patata con un almidón en que por inactivación de una de las sintetasas predominase la amilopectina. La llamada patata cerúlea o waxy en inglés. El cultivo de la patata es una actividad relevante en el norte de los Países Bajos, y de Groningen en concreto. Era importante para obtener almidones menos dirigidos a la alimentación y más a aprovechar sus propiedades mecánicas como su uso en el apresto de telas. Un grupo interesado a la vez en división bacteriana y en biotecnología vegetal me pareció ideal para aprender lo que yo necesitaba sin desconectarme de mi tema habitual.

El grupo de Genética de Plantas que trabajaba en ello y con los que Bernard me dijo que debería trabajar, dirigido por el profesor Will Feenstra estaba ubicado en el campus de Haren, en la Kerklaan al sur de la ciudad, y así fue cómo por unos meses me ocurrió que trabajaba en la misma calle donde vivía pero a mucha distancia ya que la casa que me buscó Bernard estaba en la Kerklaan pero de Groningen.

Para adquirir mejor el conocimiento práctico que necesitaba tener en mi laboratorio me acompañó a Groningen Pilar Palacios, la técnico del grupo. Allí trabajamos seis meses con Richard Visser, entonces doctorando y que ahora es jefe del departamento de Fitomejora en Wageningen.

Viaje al norte

Los ferrocarriles franceses estaban en huelga y llegar desde Madrid a Groningen en pleno invierno y conduciendo un coche viejo fue una epopeya en la que cantar la copla del emigrante al cruzar la frontera por Irún iba ya advirtiendo sobre las etapas que siguieron. Casi acababan de inaugurar en Paris el Museo d’Orsay, pero al poco rato de iniciar la visita el sindicato de electricidad se unió a la huelga provocando un corte de luz. Desalojaron el museo y en la entrada me pusieron un sello para poder regresar un día, algo que hice un año después. El camino hacia el norte se volvía blanco. Luis Cañas y Lourdes su esposa se quedaron en Paris dónde Luis estaba haciendo un postdoctoral en el grupo de la profesora Benbadis, experta junto con su esposo en el cultivo in vitro de plantas leñosas, incluyendo el olivo.

Tras llevar ya un par de días en Groningen vino una sorpresa, en mi coche el anticongelante de España allí se congelaba y además en la cerradura del coche, llena de hielo, no entraba la llave. Me salvó Georg Voornhout, el zapatero de enfrente, que provisto de un spray descongelante que vendía en su tienda me permitió abrir la puerta y poner el coche en marcha.

Los cristales de la casa tenían hielo por dentro. Nevaba sin parar. En Haren se apiadaron de mi y en vez del aparcamiento de al otro lado de la calle me dejaron aparcar al lado de la puerta. Esto era peor que Salt Lake City. Un consuelo era que al menos en Groningen no estaba solo.

Fig1salon

Kerklaan 54, Groningen. Sala de estar. Al contrario de lo que ocurre en España, la tradición en los Países Bajos es que las ventanas de los comedores y salas de estar dejen el interior por completo a la vista de los viandantes. La explicación oficial es que así se muestra públicamente todo lo más bonito y apreciable de cada hogar, figuritas de porcelana policromada, encajes, plantas, lo que aquí llamaríamos una “cruz de mayo”. Hay otras explicaciones que dicen que la costumbre de persianas subidas responde a la demostración de que en el interior no ocurre nada que ofenda a la moral. Los estores del salón estuvieron en Kerklaan 54 más o menos así la mayor parte del tiempo. No se qué pensarían los viandantes.

 

Fig3myroomKerklaan

Dormitorio. La temperatura, gélida hasta congelar la humedad de los cristales no se aliviaba mucho en pleno invierno pese a la calefacción central con termostato. Un día ya a primeros de marzo no vi nieve por la ventana. Creí que había llovido pero era cencellada, ijzel y lo comprobé al salir a la calle y resbalar en el hielo que recubría todo. Las ramas de los árboles parecían esas ramitas recubiertas de cristales de azúcar que recordaba había dentro del anís escarchado en mi niñez. Pronto el peso que soportaban los empezó a partir, fue uno de los peores desastres que en esos años ocurrieron a los parques y bosques de Groningen.

 

Coches fuera

Groningen por aquellos años ya era una ciudad en la que se disuadía la utilización del coche. Una de las tretas que existían era que el centro de la ciudad estaba dividido en cuatro segmentos de forma que era imposible pasar de uno a otro sin salir hasta una carretera de circunvalación en la periferia. Para ir al otro lado de un cruce que parecía estar al alcance de la mano se podía tardar veinte minutos para dar la vuelta, salir del centro y volver por el otro lado.

En los Países Bajos todo el mundo tenia dos bicicletas, una vieja y pesada de color negro y muy fea a la que colocaban un candado muy bueno para que la dificultad de abrirlo hiciera que por el escaso valor del vehículo no mereciese el esfuerzo de robarla. Se utilizaba para ir al trabajo y de compras. La bicicleta buena para hacer excursiones más largas no se perdía nunca de vista. Los incautos foráneos, que no estaban enterados del tema eran presa fácil de los ladrones de bicicletas. Conocí a una postdoctoral americana, Paula Spain, a quien le ocurrió, le robaron la bicicleta que le había prestado la dueña del piso donde vivía. Todos sus ahorros se fueron en comprar una nueva bicicleta para la señora.

La cafetería

Otra costumbre, para mi exótica, era que para ir a la cafetería del trabajo había unos tiempos fijados y que todo el mundo seguía a rajatabla por lo que ir y volver a tomar un café suponía un traslado simultáneo de todo el personal, como las migraciones de la fauna salvaje en África. Además se sentaban siempre en las mismas mesas que, pese a no estar formalmente asignadas a nadie, solo ocupaban todos los días los del mismo laboratorio.

Pilar y yo seguíamos un horario nada regular y coincidíamos sin haber sido conscientes de ello con estudiantes de Geología que aún siendo holandeses eran casi tan desorganizados como nosotros. También ellos iban a la cafetería cuando les venía en gana. Ocurre que la geología de los Países Bajos es muy aburrida, pura llanura salvo lo que se llama las colinas de Limburgo, que se elevan unos 300 metros sobre el nivel del mar en la zona de Maastricht. Muchos geólogos de Groningen y sus estudiantes viajaban por su trabajo a España donde además de datos adquirían algún hábito del comportamiento hispano.

Otro choque cultural era la ausencia de agua para acompañar las comidas, ya en sí muy diferentes a las españolas. Acabé enganchado a un especie de snack llamado bamischijf (barra de bami) una especie de segmento de un plato de tallarines con verduras y especias empanado y frito al que si se le añade una salsa muy picante, la sambal oelek tiene un pase. Y para beber leche agria, karnemelk, que al menos refresca y no es dulce.

Fig2kitchenKerklaan

Cocina americana. Muy frecuente en el país. Era pequeña pero muy práctica. Permite pasar los platos de la cocina a la mesa sin que se enfríen y sin perdida de tiempo.

Comida tradicional

La comida tradicional en Groningen es austera, patata, zanahoria y cebolla hervidas es el tradicional hutspot que para el colmo de la gula se transforma en stampott si se hierve en consomé y se acompaña con láminas de la carne hervida e insulsa utilizada para hacer el caldo o por una salchicha. Me contaban que la cocina de Groningen refleja la tradición religiosa calvinista del norte de los Países Bajos, que predica el sacrificio. Por contra en el sur del país la influencia católica se refleja en una comida más elaborada y apetecible. Anne Hesseling, técnica del departamento de Feenstra además de ser experta en construir barcos, de vivir y navegar en ellos, es muy buena cocinera y me invitó a cenar en su casa. Un día fue comida indonesia, una maravilla adoptada por la cocina holandesa como es el rijsttafel o mesa de arroz, un banquete con innumerables y deliciosos platos para acompañar al arroz. Es un plato importado de las antiguas colonias en Indonesia. La segunda vez la cena fue autóctona, stampott, gran contraste.

Sin duda para mi que soy bajito la mayor diferencia con España, además del propósito de los canales, de la comida y del paisaje, era la altura de todo el mundo, me sentía como de otra especie, tan solo Saskia, la secretaría del departamento estaba a mi altura.

Tras seis meses Pilar y yo conseguimos plantas derivadas de la patata waxy a las que suponíamos transformadas con un gen de la sintetasa de almidón de la patata silvestre. Nos habían dado un plásmido vector derivado de Agrobacterium y todo parecía correcto, todo menos que por un error de quien había construido el vector recombinante el gen no era el de la patata, sino el de maíz. Hubiera sido interesante estudiar, si todo era como nos parecía, cómo se comportaba en la patata, una planta dicotiledónea, un gen del maíz, que es monocotiledónea. Pero esto no entraba en el proyecto de la investigación de Groningen y nosotros ya habíamos vuelto a Madrid y en el Centro de Investigaciones Biológicas no teníamos los medios para hacerlo.