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Miércoles, 22 Junio 2022 10:13

SIGUE LA VIDA: RECUERDOS DE UN CIENTÍFICO XI, LA HABANA 1989

Miguel Vicente
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Heladeria Coppelia en La Habana Heladeria Coppelia en La Habana

Recuerdo XI

La Habana 1989. Primer Congreso Iberoamericano sobre Biotecnología.

La Habana es Cádiz con más negritos” Habaneras de Cádiz, Carlos Cano.

En los símbolos del socialismo hispano americano del siglo XX, antes del Chile de Salvador Allende, Cuba ocupaba un lugar notable. La misma revolución cubana, la crisis de los misiles rusos, la imagen del Che Guevara y su muerte ocuparon en España las primeras páginas de una información muy distorsionada por la política anticomunista de nuestra dictadura. 

Teníamos, creo yo, una imagen popular idealizada y poco real de Cuba hasta que al establecerse la democracia, la posibilidad de visitar la isla y la política del gobierno de Felipe González claramente favorable a ayudar al gobierno cubano permitió un mayor contacto y tener una imagen menos romántica y mas realista de la vida cubana.

Biotecnología en Cuba

Científicamente, la Cuba de Fidel, y el propio comandante se sabía que estaban interesados en el desarrollo biotecnológico de proyectos con proyección social, en agricultura y en salud. Contaban que Fidel Castro era suscriptor de la revista Nature y que incluso la leía. Uno de los proyectos estrella era la producción de interferón recombinante inscrita en un fuerte impulso a la biotecnología médica que incluyó la creación de un Centro de Ingeniería Genética en La Habana y la celebración de un congreso internacional sobre interferón en 1986.

Un centro y un congreso

En 1989, con el Centro de Ingeniería Genética cubano ya en marcha se anunció un segundo congreso en La Habana que estaría englobado en el marco más general de un congreso Iberoamericano de Biotecnología. El gobierno de Felipe González, poco eficaz por otra parte para financiar la investigación en España, decidió apoyar activamente a su celebración financiando el desplazamiento de una nutrida selección de investigadores encabezada por Emilio Muñoz, por entonces Presidente del CSIC y fuerte partidario de las nuevas biotecnologías.

Así fue como nos encontramos en plena noche en el aeropuerto José Martí de La Habana, cansados y medio dormidos esperando más de una hora a que nos entregasen las maletas. 

Control y vigilancia

Parecía que ya en esos años toda la isla estaba diseñada para evitar que los cubanos se fugasen y una de las medidas era que las pistas y la terminal de viajeros del aeropuerto ocupan terrenos vallados y separados por completo uno de otro de forma que para comunicarse hay que hacer un buen viaje en autobús, casi una excursión por la carretera que los conecta y pasar por unos rígidos controles en cada una de las verjas que los aísla.

Otra de esas medidas restrictivas se nos aplicó al llegar al hotel Presidente, un renovado, pero vetusto hotel en el Vedado donde todos, menos Emilio, quedamos alojados. 

HotelPresidente

Hotel Presidente. En el Vedado de La Habana muy cerca del Malecón. Un antiguo hotel ahora renovado.

 

Allí, se nos retiraron disimuladamente los pasaportes con la disculpa de que todo sería más rápido. Con lo cansados que estábamos nadie sospechó que no volveríamos a recuperarlos hasta la hora de subir al avión de regreso a Madrid. 

Pronto nos dimos cuenta de que se nos estaba controlando a diversos niveles, parecía muy obvio que la guía turística que nos acompañaba en el autobús que nos llevaba a todos hasta a las sesiones del congreso solo nos contaba la información más adecuada. Pero además nos acompañaba un señor muy educado que decía estaba encargado por el congreso para ayudarnos y siempre se mantenía en la retaguardia vigilando lo que ocurría. No se sabía muy bien que misión tenía, pero yo pregunté por un investigador que me interesaba contactar, los participantes eran muy numerosos y aún no había telefonía móvil, y nunca conseguí que me lo presentase.

Visitante en La Habana

Me pareció un poco pueril algún detalle de la propaganda del régimen de Castro para motivar al ciudadano. La radio despertaba por la mañana y según amanecía informaba de la hora en cada ciudad, de este a oeste, como si se retase al oyente a calcular, por la localización geográfica en una isla situada en un paralelo, la velocidad del giro de la Tierra. Para alternar se difundían datos del número de televisores, prendas de ropa y otros artículos fabricados en cada lugar que se conectaba. Se informaba con detalle de la cooperación con la Unión Soviética, se recordaban historias de la Revolución, y declaraciones de Fidel, se veía la intención con la que se radiaba todo, que en general resultaba muy aburrido. 

Las paradas de los autobuses parecían una feria, pasaban pocos y el público se aglomeraba para ir al trabajo.

Cuba estaba sometida a un estricto boicot comercial por el Gran Hermano del Norte, y escaseaba casi todo. Para los científicos cubanos era difícil viajar si no era un premio a su trabajo que además les dirigía solo a países con gobiernos comunistas.

Siendo español me sorprendía por muchas cosas, por el deterioro de los edificios, por los taxis para turistas que solo se pagaban en dólares, pero sobre todo por la ausencia de rótulos publicitarios en tiendas que a lo sumo indicaban “pan y bollos” e incluso otras que solo mostraban un número de registro pero que el cubano informado sabía lo que vendían. 

Congresos

 

Heladería Coppelia, el mítico helado de la Revolución al lado del hotel Habana Libre.

Para mí era un mundo desconocido. Fui a cenar y tomar mojitos a La Bodeguita, a un espectáculo en Tropicana y a ver el arrecife coralino en Cayo Largo. Escuché la versión de Cuba que, en el Museo de la Revolución y saliendo a un balcón para que no le descubrieran, me contó un militante comunista, todo ello era parte de lo que debía hacer un turista ilustrado. Hasta me quedé flechado por una bella joven que me regaló un libro de cocina del que para mi vergüenza no cociné nunca receta alguna pero que aún guardo. Mucho quedó sin hacer, ir a tomar un helado en Coppelia, un daiquiri en Floridita, pero sobre todo habérselo dicho a ella.

 

Tropicana

 Cabaret Tropicana, visita de obligado cumplimiento para muchos turistas. El precio de la entrada variaba según la cercanía de la mesa al escenario. 

 

LaBodeguita

Hemingway en La Habana. La Bodeguita del Medio. Lugar, donde según dicen, le gustaban al escritor los mojitos. En sus paredes repletas entonces de nombres y firmas, unas más famosas y otras menos, no cabía ya ni un trazo más. El daiquiri según él hay que tomarlo en Floridita. Su frase era “My mojito in La Bodeguita, My daiquiri in El Floridita”My mojito in La Bodeguita, My daiquiri in El Floridita”