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Lunes, 13 Enero 2020 11:40

SIGUE LA VIDA: RECUERDOS DE UN CIENTÍFICO VIII

Miguel Vicente
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Con los años lejos de ser el anciano respetable y bondadoso que yo me esperaba, me he convertido en un viejo resentido y antipático, pero no me importa porque ya puedo opinar lo que me apetece. Miguel Vicente.

Recuerdo 8: Me llevan a la cárcel

¡Oh libertad, gran tesoro, porque no hay buena prisión, aunque fuese en grillos de oro!

Félix Lope de Vega, La Niña de Plata

La reja que dejo atrás se cierra en cuanto paso y otra por delante me impide el paso. El vigilante acciona el mecanismo que la abre y lo que veo es un inhóspito pasillo al que la luz entra por unas ventanas a gran altura, casi unas rendijas, a través de ellas se ve un patio desierto y frío. Al frente continúa el pasillo iluminado mientras a la derecha se abren las galerías de las celdas, oscuras como boca de lobo. Es una tarde casi ya en la primavera de 2008 y estoy en el centro penitenciario de Navalcarnero. Desde que lo visité lo he llamado la cárcel de Navalcatraz.

Me había invitado Solidarios para el Desarrollo, asociación de voluntariado social vinculada a la Universidad Complutense, a dar una charla sobre Biotecnología en tres prisiones: Palma de Mallorca, Alcalá Meco mujeres y la última en Navalcarnero. Cada una con su propia peculiaridad, pero en las tres aprendí algo importante.

Mallorca: de la cárcel se sale, del manicomio no

Llegar el 5 de marzo a Palma necesitó de toda la pericia del piloto, porque una tempestad afectaba Mallorca en esos días. Más que aterrizar el avión se desplazaba de un lado a otro mientras descendía como si fuese un folio al que se hubiese soltado en el aire.

Álvaro, responsable del programa de prisiones de Solidarios que me acompañaba y que había organizado las conferencias, iba aterrado.

La cárcel de Mallorca es mixta, pero no por ello menos fría. Son una serie de bloques de ladrillo separados arbitrariamente por unos paseos sin más sentido que aumentar el aislamiento de los reclusos. Como los edificios más antiguos de la Universidad Autónoma de Madrid en Cantoblanco, proyectados en el franquismo tardío para obstaculizar al máximo la comunicación incluso en su interior, son un diseño propio de Las Cárceles de Piranesi. Según Wikipedia “fantásticos y desmesurados calabozos dominados por enormes y oscuros pasadizos, empinadas escaleras a increíbles alturas y extrañas galerías que no conducen a ninguna parte.”

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Figura 1. Las “Cárceles Imaginarias” de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778).

Me contaron que hacía poco un preso aprovechó la visita a un vivero, actividad que era parte de las prácticas del cursillo para no volver. Casi todos acaban por ser detenidos al poco tiempo, dijeron, porque no tienen dónde ir si no es a casa de la familia o de la pareja. Basta con ir a buscarles allí.

Se accede a la cárcel por etapas, en un sitio te tienes que identificar, en otro te retienen el DNI, luego en otro te registran lo que llevas y se quedan con el teléfono móvil. Ni siquiera has llegado a la zona donde residen los presos y ya parece como si en cada paso te despojasen de una parte de tu persona. Algo así como pasar varios controles seguidos en un aeropuerto. Es la sensación que también se tiene en el aeropuerto de Tel-Aviv, que no es una cárcel pero que tiene aún más controles de seguridad.

El salón de actos está bastante concurrido, el interés de la audiencia, como era predecible, fue mayor al hablar de PCR y secuenciación.

Me impresionó un señor muy grande que me recordaba a los personajes que en el celuloide representó Boris Karloff. Me pareció más enfermo que delincuente y comenté que me parecía que mejor que en la cárcel podía haber estado en un hospital. La respuesta que recibí es que de la cárcel se sale, del manicomio no.

Alcalá-Meco mujeres: las animadas fiestas de la BBC

La tarde del 17 de marzo en Madrid está soleada y la temperatura es muy agradable. Sorprende en la localización de las cárceles la distancia desde la carretera hasta el aparcamiento, solo se entiende como otra medida de seguridad que a la par aumenta la sensación de aislamiento en el visitante. En Alcalá-Meco el módulo de las mujeres queda a la derecha en paralelo con el de los hombres. Los dos rodeados por altos muros de frío cemento en el que ningún grafitero se ha atrevido a dejar su impronta.

Al pasar las zonas de control de la entrada con sus recovecos absurdos y sus rejas maquiavélicas aguarda una sorpresa. El interior es que se parece a mi urbanización, son casas de un par de pisos distribuidas sin aglomeración alguna en un parque en el que juega algún niño vigilado por la madre que está sentada en un banco. Yo diría que hasta en alguna de las casitas habían tendido la ropa. Hasta en las prisiones tratan a la mujer de forma diferente, y en este caso yo diría que si fuese yo el preso hasta me alegraría, cualquier cosa, sea o no patriarcal, que sirva para mejorar tan triste situación creo que ha de aprovecharse. Estando ya fuera de prisión habrá tiempo de reivindicar la igualdad.

Me contaron que muchas de las presas eran parte de la BBC, o sea Bogotá- Barajas- Carabanchel. Mulas que procedentes de Colombia habían sido detenidas en el aeropuerto y condenadas a prisión. Carabanchel, una cárcel ya clausurada, permanece en el imaginario madrileño como el arquetipo carcelario. Mujeres pobres con cantidades pequeñas de droga que ya al iniciar el vuelo eran denunciadas por los traficantes que las habían captado. Su objetivo era distraer a la policía del aeropuerto para que mientras las detienen pudiera pasar quien en el mismo vuelo trae el alijo más importante.

Las mujeres de la BBC recluídas en Alcalá-Meco fueron portada de la prensa al cabo de un par de años: en el módulo se organizaban fiestas para el solaz de los funcionarios como si de un club de carretera se tratase, con cubatas y todo y al parecer con conocimiento de la superioridad. Cuando lo leí recordé que el director dijo que había llegado allí sancionado porque en su anterior destino había ocurrido una fuga importante. Las fiestas de la BBC no le ayudarían mucho para mejorar su puesto en el escalafón.

Los mármoles imperiales del CSIC

Es junio de 2019 y ha pasado más de una década. El CSIC nos va a entregar una insignia a quienes en 2018 hemos recibido un premio de otra institución. Hoy estoy en el salón de actos del CSIC en la calle Serrano, un ambiente muy distinto, pero mi mente reproduce aquel momento en el que acabo de entrar al salón de actos de Navalcarnero. Jaime, que trabaja en la difusión científica del Consejo, me retira los bastones que me ayudan a caminar y los coloca de cara a la pared al lado de la entrada. Por un momento suena en mi cabeza una señal de alarma, como aquel día dentro del salón de actos de la cárcel.

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Figura 2. Homenaje a los premiados en 2018 en el salón de actos del CSIC. En este salón he asistido a actos como éste, a asambleas sindicales y a cómo un rey se durmió y a un premio Nobel se le fue el santo al cielo.

Navalcarnero: pelea en el salón

Al comienzo suspendí el relato en el momento en el que el 18 de marzo me acercaba al salón de actos de Navalcatraz, perdón, de Navalcarnero. Esta cárcel, lúgubre como dije ya, es todo un contraste con el ambiente relajado y casi familiar del módulo de mujeres de Alcalá-Meco que había visitado el día antes.

Dejé mis bastones, de calidad “minusválido pro” (o sea de un resistente tubo de acero) apoyados en las butacas de primera fila y me dispuse a conectar mi Mac con la presentación “Ni santos ni demonios. Los beneficios y los riesgos de las nuevas biotecnologías”. Era un clásico de mis charlas de divulgación en esos años cuya intención final era que se perdiese el miedo injustificado a los organismos recombinantes sin obviar por otro lado la necesidad de profundizar en su estudio para minimizar los posibles riesgos fruto de nuestra siempre relativa ignorancia. Me habían retirado el teléfono y yo mismo advertí que llevaba un módem al que los funcionarios no habían concedido mayor importancia. Todo normal, cuando por la puerta entra un señor vociferando, por lo que dice debe ser un interno, así llaman a los presos como si cambiarles el nombre mejorase en algo su penosa condición. Casi a gritos reclama a otro que está sentado que le devuelva su “chupa” porque viene su novia al día siguiente y la necesita. ¿Para remudarse y estar guapo?, pienso yo. Ante la negativa que recibe su tono se vuelve agresivo, y ya con algún insulto amenaza al otro con lo que le va a ocurrir cuando visite su galería. Me da miedo que descubran mis robustos bastones apoyados en los asientos de la primera fila. Conmigo, además de Álvaro, personal civil en la audiencia solo hay un funcionario. Cuando ya ese funcionario le ha calmado y todo podría recuperar la calma porque se marcha, irrumpe otro señor que gritando interpela al que no quiere devolver la chupa.

“¿Pero tío es que le vas a dejar que se vaya así, sin hacerle nada?” Aquí ya me esperé lo peor. Menos mal que al final ante la amenaza de sanción que les dirigió el funcionario no pasaron a más. Mis bastones quedaron donde estaban y yo di la charla programada.

Los vis a vis

¿Droga dura en la cárcel? Imposible pensaba yo cuando me explicaron la enjundia del incidente de la chupa. Porque la chupa del primero la había dejado como prenda por la droga que le había suministrado el segundo. Ahora la quería recuperar para impresionar a la novia. ¡Qué poco lógico es el amor! Una chupa en un vis a vis la verdad es que se debe usar poco rato.

Pues si, a pesar de la hipócrita visión oficial de aquéllos años, en la cárcel la droga circula. La traen los que salen de permiso, hasta en los dobladillos de la ropa, las visitas en los vis a vis en cualquier orificio corporal y viene en los paquetes que reciben los presos. No, en esos años no se podía registrar a nadie, me dijeron, sin una orden basada en sospechas fundadas.

Solo espero que el vis a vis les trajese algo de consuelo, porque a mi me dio pánico.

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Figura 3. Vis a vis: Maca (Maggie Civantos) y Zulema (Najwa Nimri) en un fotograma de la serie de TV del mismo título