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Jueves, 30 Diciembre 2021 10:09

SIGUE LA VIDA: RECUERDOS DE UN CIENTÍFICO X, VARSOVIA

Miguel Vicente
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SIGUE LA VIDA: RECUERDOS DE UN CIENTÍFICO X, VARSOVIA Wikipedia

Con los años lejos de ser el anciano respetable y bondadoso que yo me esperaba, me he convertido en un viejo resentido y antipático, pero no me importa porque ya puedo opinar lo que me apetece. Miguel Vicente.

Recuerdo 10: Varsovia 1981

Hambre que espera hartura, no es hambre pura”. Refranero español

Durante el vuelo desde Londres había estado hablando con el viajero de al lado, que era polaco. Así que fue un gran alivio que en la caótica cola de entrada al control de pasaporte viniese en mi ayuda porque yo estaba desesperado. Invitado por la Academia Polaca de Ciencias llegaba al aeropuerto de Varsovia justo antes de la Semana Santa de 1981. Un año lleno de conflictos históricos para el país, tanto que esa misma semana se temía que Varsovia pudiese ser invadida por las tropas del Pacto de Varsovia. Parecía una incongruencia si no fuese porque el Pacto estaba controlado por Moscú y la Unión Soviética ya había invadido Budapest y Praga en momentos conflictivos que como estaba ocurriendo en Polonia hicieron peligrar la estabilidad de los gobiernos comunistas que mantenían a Hungría y Checoslovaquia, lo mismo que a Polonia dentro de la órbita soviética.

El viaje es la aventura

Mi viaje estuvo a punto de no ocurrir porque el aeropuerto de Varsovia había estado cerrado precisamente por temor a la invasión. Yo había asistido en Edimburgo al 14 Congreso de FEBS, la federación europea de sociedades de bioquímica que tuvo lugar del 28 de marzo al 4 de abril. Como en Varsovia abrieron el aeropuerto abordé en Londres un vuelo de la línea aérea LOT y me dispuse a pasar dos semanas en Polonia, días que ingenuamente yo creía serían de trabajo. Ignoraba que en Polonia, por muy comunista que fuese el gobierno, la festividad de Semana Santa era también sagrada. El catolicismo de Polonia me lo explicó muy bien el profesor emérito Wladyslaw Kunicki, a su entender no se basaba en sostener grandes dogmas, sino en la devoción de la abuelita campesina por su virgencita que le va a ayudar en todo.

La terminal de llegadas del aeropuerto era en aquel momento lo más parecido a la parada de un autobús de línea rural al que hubiesen llegado todos los campesinos de visita a su familia cargados con todo producto hortícola imaginable. Concluí que eran vuelos locales porque en mi vuelo no venían y su apariencia y comportamiento no parecía corresponder a viajeros internacionales en viaje de negocios. Allí nadie hablaba inglés. No conseguía avanzar hasta que mi vecino de asiento vino a ayudarme y le dijo al funcionario del mostrador que yo estaba invitado a la Universidad y que mi anfitrión, el profesor Jerzy Hrebenda estaría fuera esperándome.

Un hotel para espías

A Jerzy le conocí en Noordwijkerhout asistiendo a un congreso de EMBO que sobre el ciclo celular bacteriano organizaron Nanne Nanninga y Conrad Woldringh en la primavera de 1980. Trabajaba en el Departamento de Microbiología de la Universidad de Varsovia investigando la estructura del lipopolisacárido de la pared celular de Escherichia coli. Sería diez años más tarde el director del departamento. Para mi su invitación fue muy importante al ser la primera vez en mi carrera que me invitaban a viajar a otro país para presentar el trabajo de mi propio grupo.

 

hotel forum

El hotel Forum en el siglo pasado. Un edificio que destacaba en una concurrida zona del distrito Centro de Varsovia. Diseñado por el arquitecto sueco Sten Samuelson, se inauguró en 1974 y era el segundo edificio más alto de la ciudad. El hotel está situado en un ajetreado cruce de calles, líneas de tranvía y autobuses. El Metro no llegaría a Varsovia hasta 1995. El Palacio de la Ciencia y de la Cultura

Como invitado oficial me alojaron en el hotel Forum, un edificio rectangular de muchos pisos en donde se dice que todas las habitaciones tenían micrófonos camuflados. Ahora, con otro nombre, sigue siendo un hotel de una cadena hotelera. Jerzy y las otras personas del departamento me llevaban y traían y con sus invitaciones evitaban que me gastase los zlotys que al final la Academia me entregaría cuando casi al acabar mi estancia me llevaron a la oficina, situada en un rascacielos soviético que me dijeron era un regalo de la Unión Soviética, decían que de Stalin en concreto, al pueblo polaco. En Moscú hay como media docena, todos cortados por el mismo patrón, pero en Varsovia solo había uno.

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El Palacio de la Ciencia y de la Cultura. Además de cines, teatros y bibliotecas alberga la Secretaría de la Academia Polaca de las Ciencias. Fue construido en 1955 y era el edificio más alto de la ciudad hasta que a fines de 2021  se complete el edificio Varso, que en estos momentos ya ha superado la altura del regalo de Stalin al pueblo polaco.

Solidaridad es nombre de sindicato

Polonia en esos días era el foco de la atención mundial, dirigentes de la derecha internacional, los más poderosos Juan Pablo II y Ronald Reagan habían detectado que era un punto débil del bloque soviético y no iban a desperdiciar la ocasión. En Semana Santa se estaba ya incubando una situación que con la imposición de la ley marcial el 13 de diciembre alcanzó sus momentos más graves. Los mostradores de las tiendas de comestibles casi vacíos, salvo por algún gran tarro de vidrio con ciruelas en conserva delataban que algo grave ocurría. El ahora controvertido sindicato obrero Solidaridad, surgido un año antes en los astilleros de Danzig y liderado por Lech Walęsa era entonces una de las piezas clave en la insubordinación del pueblo polaco frente al creciente totalitarismo del estado, y en los ambientes progresistas de occidente se le consideró por mucho tiempo como un símbolo de libertad popular. Los compañeros de CNT del CSIC me habían encargado contactar con responsables de Solidaridad y aunque no pude reunirme con líderes de primera línea, si que hablé con un dirigente del sindicato de la Universidad de Varsovia suficientemente importante como para que a fin del año viese en las noticias que le habían detenido. Al ir a la reunión me llamó la atención una larga cola en el edificio de al lado. Era la cola para comprar la tasada ración oficial de chocolate auténtico destinada a los niños. Me contaron que esa vez los niños serían despojados de su chocolate porque se necesitaba para preparar un dulce típico de Semana Santa. Al parecer el sucedáneo de chocolate que se vendía regularmente sabía más a jabón que a golosina.

Hospitalidad polaca

Era Varsovia mi primera experiencia en un país comunista y me sorprendió que por la calle no había vagabundos ni en los semáforos te asaltasen limpiadores de parabrisas ni malabaristas exigiendo propina. Todos los polacos parecían tener un trabajo. Comparando con la España de entonces era sorprendente.

También tuve el privilegio de vivir unos días yo solo en el piso del director del Departamento, el profesor Zbigniew Kwiatkowski. Mi visita oficial no cubría de Jueves Santo a domingo de Pascua, eran festivos. Para que no tuviese que pagarme yo el hotel y como él y su esposa se iban de vacaciones, me dejaron todo su piso. Un piso modesto en un bloque de viviendas sin pretensiones que ningún profesor de la universidad española hubiera considerado adecuado para su familia.

Todo lo que pudiera faltarle al piso lo compensaba el que en la cocina me habían dejado un estofado en la nevera junto a otras provisiones tales como aceite de oliva, que suponían era algo imprescindible para un español. Y una nota disculpándose por no tener de todo lo que a ellos les hubiese gustado ofrecerme, café instantáneo entre otras cosas. También el profesor Kunicki organizó en su chalet una cena de Pascua a la que fui invitado y en la que a pesar del desabastecimiento de Varsovia había de todo, incluido faisán.

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Aspecto de una tienda, una pollería, que era el más frecuente en los días de mi visita a Varsovia. El cartel indica “Siempre tenemos a la venta pato, ganso y pavo. La mercancía la guardamos en el frigorífico”. Foto del periódico “Dziennik Zachodni”, no corresponde a Varsovia, y tampoco lo que dice el cartel correspondía a la realidad. Traducción de Marcin Krupka.

 

El Príncipe

Jacek Bielecki llegó en 2007 a ser el director del Departamento pero en 1981 era estudiante predoctoral y Jerzy le encargó que me ayudase durante mi estancia. No solo él lo hizo, también su esposa, técnico del laboratorio se pasó una mañana entera haciendo cola en tiendas para comprar los ingredientes de la cena que me ofrecieron en su casa. Con ellos aprendí algo más de la vida cotidiana de Varsovia, aunque hacia mucho frío siempre estaban entreabiertas las ventanas, la calefacción se encargaba de mantener agradable el interior y me contaron que el gasto no era un problema porque la calefacción por radiadores era suministrada por el estado desde grandes centrales térmicas. Tenían dos niños, la mayor adoraba a su papá y siempre le llamaba królewicz, que en mi ignorancia de lenguas eslavas de aquel tiempo, entendía entonces como “crulevich”, príncipe en polaco.

Por suerte la terminal de salidas internacionales del aeropuerto no era como la de llegadas y ya acompañado por Jerzy se me dio muy bien pasar todos los trámites y en lo que dura un vuelo con escala en Viena me encontré de nuevo en un Madrid donde pocas semanas antes, el 23 de febrero, un guardia civil, tricornio en la cabeza y pistola en mano, había asaltado el parlamento. En el aeropuerto de Viena compré la radio a pilas y con reloj más pequeña que encontré y la llevé muchos años a todas partes en un bolsillo, por si acaso volvía a ser vital saber si de repente la incipiente libertad de mi país peligraba de nuevo. No podía yo pensar que donde pronto estaría en peligro sería en Polonia cuando en diciembre el gobierno del general Jaruzelski decretó, como ya dije, la ley marcial.